“Es una ficción, una obra. Ellos hacen que dan clases.. Yo hago que los escucho”.
Alumno anónimo.
Es recurrente escuchar en la escuela a padres, directivos y profesores que la desconcentración, la dispersión y la falta de compromiso de los jóvenes es producto del uso excesivo de la tecnología. Como vemos, la temible tecnología vuelve a aparecer en el centro de la escena. Sin embargo, intentar culpar a objetos que no pueden defenderse por sí mismos puede ser una buena estrategia de salida pero, en definitiva, no brinda ningún tipo de análisis profundo y lo que es peor, no desarrolla perspectivas de solución.
Estudios como el de Paula Sibilia (2015), desarticulan esa lógica afirmando que no son las tecnologías las que provocaron los cambios de comportamiento, sino a la inversa. Para la autora, en nuestras sociedades occidentales globalizadas el cambio más importante debemos buscarlo en la construcción de una nueva forma de comportamiento y vínculo social (subjetividad), que hoy en día sería cada vez más “alterdirigido”, es decir, menos interiorizado o introspectivo.
En la actualidad, estamos todos atravesados por la “espectacularización” de nuestra personalidad: esta “extimidad” no elimina la noción de intimidad (como aquello que se da en espacios privados), sino que la resignifica: es la mirada del otro la que puede darle legitimidad a nuestra existencia.
Siguiendo la misma lógica, las redes sociales atraviesan las paredes de los hogares y las escuelas, pero sin anularlas: las dotan de otra significación que no diferencia entre los límites de lo público y lo privado. (Sibilia, 2015).
Paula Sibilia, 2015.
En contraposición a un modo de ser introspectivo o “introdirigido” del mundo moderno burgués, que necesitaba de la interioridad y el pensamiento propio para construir un hombre racional y libre, en nuestra época la subjetividad se constituye con y para el “otro”: hacia la mirada ajena.
En consonancia con este planteo, puede observarse que las tecnologías digitales y portátiles se han extendido vertiginosamente durante los últimos años, porque precisamente ofrecen mejores posibilidades de construcción de la identidad en ese sentido: los celulares y las redes sociales permiten estar conectados con otros, siempre visibles para otros, proyectando una imagen de sí que debe ser vista.
En este sentido, el verdadero gran problema educativo podría pensarse en que el sistema escolar (cultura escolar) ha quedado totalmente desfasado de la sociedad en la que los jóvenes se insertan todos los días (cultura digital); y el gran error de todos los que formamos parte de este sistema es creer que nuestra tarea es volver hacia atrás, generar conductas como las de antes y mirar hacia el pasado cuando la sociedad entera se encuentra totalmente revolucionada, en crisis y en constante transformación.
Es importante entender el mundo en el cual vivimos para pensar y reflexionar sobre la educación que queremos y necesitamos. Sin dudas no podemos seguir apostando a una educación VHS de papel, manual y lápiz; y mucho menos a una educación, en la que se insiste en la necesidad de “aprender” conocimientos estancos sin relación con las necesidades y los aprendizajes del mundo real. La era digital, occidental, globalizada y capitalista requiere de la participación activa de los jóvenes, nuevos lazos de sociabilidad y un acceso y procesamiento de la información totalmente distintos.
Ante esta realidad debemos reflexionar: ¿Qué cosas son las que debemos trabajar? ¿Qué “aprender” con estas generaciones? ¿Cuáles serán sus desafíos futuros? ¿Es necesario recuperar algo de todos aquellos valores que fueron pilares de nuestra sociedad?
Historia Creativa, 2022.
El sistema educativo y las/los docentes a través de “la clase”, deberían reflexionar muy profundamente acerca de estos aspectos y cuestionar que es lo que sucede con esa micro sociedad que es la escuela. La apuesta podría centrarse en tres ejes:
-Reforzar el concepto de la subjetividad alterdirigida, es decir, pensar otro tipo de dinámicas de enseñanza, otras formas de construir vínculos, tanto entre los sujetos como con el conocimiento y su construcción. Es necesario pensar a la escuela como un nuevo tipo de espacio, en donde la sociabilidad no este atravesada por la autoridad y las jerarquías, sino por la confianza en el vínculo entre pares y con los adultos.
-Convertir los contenidos en propuestas superadoras elaboradas por el propio docente. Al contenido estricto hay que promoverlo desde las múltiples esferas posibles de la multimodalidad: escritas, sonoras, visuales y audiovisuales: “hay que revolucionar con todos los sentidos”. (Sibilia, 2015). Para lograr esto, las consignas deben salirse del simple “leo”, “recorto” y “pego”: es más que necesario el trabajo con múltiples materiales que nos permitan hacer contextualizaciones y comparaciones, abordando de forma crítica el contenido.
– Las propuestas pueden ser superadoras, pero no debemos nunca excluir en esa idea a la búsqueda de posibles respuestas: debe desarrollarse la capacidad creativa y la utilización de TICS simples y cotidianas como búsqueda de procesos de síntesis , conceptualización y expresión.
En definitiva, este escenario de crisis de la modernidad y construcción de nuevas subjetividades líquidas, requiere un reposicionamiento del rol docente, que deberá definirse cada vez más como un facilitador, orientador o guía de los procesos de aprendizaje, de los cuales los alumnos deben ser protagonistas, en un aula aumentada, a través de un aprendizaje activo y significativo, y que ponga en juego un nuevo tipo de relación entre todos los actores de la comunidad. En esto consiste el paradigma de la coasociación, una pedagogía de “socios” o “asociados”, en la que el docente no debe brindar contenidos, sino preguntas, y ayudar a los alumnos a encontrar y crear las respuestas, teniendo en cuenta cada contexto, y el potencial de las tecnologías que ellos manejan.